La casa construida

Socarrat. Paterna, siglo XV. Museu del Disseny de Barcelona. Foto: Guillem Fernández-Huerta

Grifos para líquidos de industrias químicas Antigua fábrica Cucurny, Montmeló del Vallés (Barcelona), clausurada en los años ochenta. Años treinta. Colección particular.Foto: Guillem Fernández-Huerta

Ladrillo. Miguel Fisac. Convento de los Dominicos, Madrid, 1952. Colección hermannos Díaz Redondo

Pavimento. Paterna, siglo XIV. Museu del Disseny de Barcelona. Foto: Guillem Fernández-Huerta

Socarrats en relieve. Paterna, primera mitad del siglo XV. Museu del Disseny de Barcelona. Foto: Guillem Fernández-Huerta

Primeros ladrillos de la historia. Jericó, Palestina. Hacia 12000 a. C. The Ashmolean Museum, Oxford

Elementos de una cimbra. Ilturo, actual Cabrera de Mar (Barcelona), mediados del siglo II a. C. Ajuntament de Cabrera de Mar

Canalización de agua. Atenas, 525-500 a. C.. Terracota procedente de la casa de la Fuente del Sudeste en el ágora. The Hellenic Ministry of culture and sports/ Ephorate of Antiquities of Athens, Atenes, A 2663

Plegaria en honor de Kulla, dios de los ladrillos: “Kulla, dios de los ladrillos, Señor de los cimientos y de los muros, porque eres bondadoso te imploro que la casa que ha construido dure muchos años."
Keramos (de dónde cerámica), en griego antiguo, significaba arcilla, pero también teja y ladrillo.
Desde los cimientos hasta la techumbre, todos los elementos constructivos se pueden realizar en adobe o terracota: una mezcla de arcilla fina, agua y arena o paja que impide que la pieza moldeada se deforme. En la ciudad palestina de Jericó, hace once mil años, ya se modelaban a mano los primeros ladrillos de la historia semejantes a cantos de río empleados en la construcción de chozas. Cuatro mil años más tarde, en Mesopotamia, moldes de madera para la producción de ladrillos idénticos agilizaron la construcción. Elementos estructurales como columnas también se levantaban con ladrillos circulares triangulares. En Roma, piezas macizas de terracota en forma de H que dibujaban nervaduras entre las que encajaban delgadas láminas cerámicas permitían levantar bóvedas. Los arcos de las termas romano-republicanas de Cabrera de Mar, sin embargo, emplearon una estructura única en el mundo romano: piezas huecas cónicas engarzadas unas dentro de otras formando largos nervios que se doblaban naturalmente. Agujeros en la base de las piezas permitían el paso de una armadura metálica transversal que unía varios nervios.
Los edificios se conectaban al tejido urbano gracias a conductos como las imponentes canalizaciones del acueducto que llevaba agua a la ciudad de Atenas en el siglo VI a. C.
La cubrición de plantas libres con bóvedas y cúpulas mejoró gracias a la disposición de delgadas capas de piezas cerámicas ignífugas, una versión de la bóveda catalana ideada en la segunda mitad del siglo XIX por el valenciano Rafael Guastavino.
La facilidad de la construcción con cerámica ha degenerado en el devastador “culto al ladrillo”, que artistas contemporáneos han denunciado y al que una nueva generación de arquitectos ha dado la espalda con casas de obra desnudas.