Joaquim Capdevila: “Siempre me ha gustado que las piezas tengan calidez”
El joyero y orfebre Joaquim Capdevila (1944) es uno de los referentes catalanes de la Nueva Joya, una renovadora manera de entender la joya como visión de expresión artística; como consecuencia, las creaciones se convierten en piezas únicas, a medio camino entre la pintura y la escultura. Ahora el Museu del Disseny organiza “Joaquim Capdevila. Joyas 1959-2019”, una muestra retrospectiva que recorre seis décadas de producción artística a través de más de 130 piezas y ocupa la sala B del edificio, donde se podrá visitar hasta el 17 de noviembre. Hablamos con el joyero y la directora del museo, Pilar Vélez, que ha comisariado la exposición.
En 1970 tuvo lugar en Barcelona la primera exposición de joyería de autor, donde presentó su obra. 50 años después, el museo le dedica una muestra retrospectiva. ¿Cuál es su balance?
JC: Un balance positivo. La exposición muestra las piezas que he ido haciendo durante estos años para exposiciones que me pedían fuera y nunca se han visto antes en Barcelona. El hecho de recogerlas y poderlas enseñar en el Museu ha sido un motivo interesante para que la gente de Barcelona las pueda ver.
Desde el inicio de su trayectoria ya desarrolló una línea de trabajo propia, desmarcándose de lo que se podría considerar el concepto tradicional de joya. ¿Qué lo inspiró?
JC: No hay voluntad de hacer nada distinto, sino la intención de hacer lo que uno piensa, sin limitarse. Esta es la motivación: están hechas con total libertad.
¿Cómo concibe ahora la joya?
JC: La joya ha existido desde el inicio de la existencia de los humanos. Pienso que son piezas que queremos tener para fortalecer nuestra personalidad. Normalmente no nos ponemos algo con lo que no estemos de acuerdo, sino que tiene que establecerse un diálogo.
Usted es referente de la Nueva Joya en Cataluña. ¿Qué representó esta nueva manera de entender la joya?
JC: Después de que el Estado español decidiese que los aprendices tenían que darse de alta en la Seguridad Social y tener un sueldo, los talleres de joyería no quisieron continuar teniendo aprendices. Fue entonces cuando surgieron las escuelas de joyería. Las más pioneras estaban en Alemania, Holanda, Inglaterra. La técnica no se enseñaba tan bien como los jóvenes la hubiesen aprendido en los talleres, pero sí que estaban más vinculados a las artes plásticas de su época y, por lo tanto, la creatividad era superior. La Nueva Joya aparece como resultado de esta situación.
Sus creaciones son la expresión plástica de reflexiones y experiencias vividas. ¿Qué quería explicar a través de la joya?
JC: Siempre hay una motivación. La creación artística de hacer algo nuevo no es porque sí, sino porque hay un motivo. Hubo un momento en el que, así como ahora estamos hablando de la emergencia climática, el hormigón era el demonio, porque todo lo que se estaba construyendo se hacía con hormigón. Por eso hice una exposición que quería explicar que la naturaleza siempre subsistiría, más allá del hormigón.
Hay piezas, por ejemplo, que son fruto de la impresión de un viaje a Praga. Me sorprendieron los tejados verdes y azules de las cúpulas. Cuando volví, hice una serie de piezas, una de las cuales es la imagen de la exposición, que rememoraba los tejados de las ciudades del este.
En 2000 me pidieron una colección para una exposición, la primera que hacía con el cambio de milenio. Creí que los primeros hombres del nuevo milenio eran niños. Entonces, pedí dibujos de niños pequeños a escuelas que conocía. Hice una colección para mí muy interesante, más que nada porque los chiquillos muchas veces te dan ideas que tú nunca piensas, tienen mucha imaginación. Por ejemplo, hay una pieza de un coche con ruedas que tiene detrás un hombre con una caña de pescar, otro que conduce y uno que cocina, y esto es idea de un niño.
Desde la década de los sesenta introdujo materiales poco usuales en la orfebrería y la joyería. ¿Qué lo llevó a esta decisión?
JC: Hacer lo que quieres sin tener limitación alguna hace que, si en un momento determinado te parece que a una pieza que estás haciendo con oro o plata le iría bien una madera o un trozo de tela, lo haces. Es un camino natural de encontrar el material que a ti te parece que va bien para hacer algo en concreto. Pero nunca al revés: nunca he tenido ganas de hacer joyas de plástico o papel.
¿Qué encontraba en estos materiales que le inspiraran?
JC: Para mí no hay diferencia, sirven para lo que tú quieres explicar. En mi caso, siempre me ha gustado que las piezas tengan calidez, porque pienso que irán sobre la piel de las personas.
¿Y en la pintura?
JC: Siempre me ha gustado que la pintura formase parte de las obras, porque es una expresión personal que uno tiene que hacer con las manos. La producción de joyería se puede hacer o bien con tus manos o trabajando en equipo, llevando a cabo algo que tú has pensado y diseñado. La pintura no la puede hacer nadie más que no seas tú.
En su última etapa, las colecciones derivan a la memoria, son una mirada hacia adentro. ¿Cuál es el resultado de esta introspección?
JC: Cuando eres joven, tienes una visión mucho más amplia de lo que tienes por delante. Cuando te haces mayor, se te mueren amigos, has sufrido enfermedades… Ves que lo que queda es corto, el futuro se ve negro. Esta última colección la he hecho pensando en esto. Las piezas son negras y en todas ellas hay pequeños recuerdos de cosas hechas en el taller años antes. Es un futuro que se acaba y una mirada hacia atrás desde el recuerdo.
Hagamos retrospectiva de sus seis décadas de trayectoria. ¿Cómo ha vivido esta evolución? ¿Cuál será el siguiente paso?
JC: He tenido mucha suerte. He trabajado desde los 14 años. Ahora tengo 75 y he trabajado siempre. Muchas veces he dicho: “Esta es la última exposición”, y más tarde he hecho otra. Yo no sé estar viendo cómo pasa el tiempo, siempre tengo la ilusión de hacer piezas. Sin presiones ni prisas, hago lo que me parezca, como he hecho siempre.
La directora del Museu del Disseny Pilar Vélez es la comisaria de la exposición. ¿Qué podremos encontrar?
PV: Esta exposición dedicada a Joaquim Capdevila es una retrospectiva de 60 años de su laboral, desde muy joven en el taller familiar hasta la actualidad, con su última colección. La retrospectiva va mostrando y demostrando cómo a lo largo de estos años ha sido uno de los referentes del nuevo concepto de la joya, que da un salto y más allá de ser una arte decorativa y ornamental como lo era tradicionalmente es una expresión artística. Que estos objetos sean además útiles, en el sentido que sean llevables y acompañen a la persona y en muchos casos la identifiquen y personalicen, da un valor añadido a la exposición.
En la colección del Museu se conservan algunas obras suyas, como la colección “Los árboles de la memoria” (1997), los broches ‘Cubierto-Descubierto’ (1991) y ‘Praga’ (1988)... ¿Qué lectura quiere ofrecer sobre la obra de Capdevila?
PV: La exposición quiere poner énfasis justamente en el valor singular de esta joya contemporánea, que va más allá de la joya convencional y decorativa. Las piezas en muchos casos están pensadas por formar parte de una colección, pero al mismo tiempo son muy individualizadas y personalizadas. Para hacer la exposición. hemos tenido que recorrer a muchos coleccionistas y propietarios, y cada una de las piezas está hecha para aquella persona. Eso quiere decir que detrás de los elementos que la artista incorpora en la joya se esconden muchas cosas, es decir, hace una obra de arte llena de símbolos o referencias. Son piezas muy vividas y al mismo joyero le gusta hablar de ello a menudo.