Pepa Bueno: Disueño o el cruce entre diseño y arte
Pepa Bueno es historiadora del arte especializada en historia del diseño. Ha desarrollado su carrera profesional en el ámbito de la prensa femenina y de moda, que ha compaginado con clases y conferencias en las universidades y escuelas más prestigiosas del país. Desde 2013 dirige la Asociación de Creadores de Moda de España (ACME), y en 2017 recibió el premio ADYMO a la Comunicación de Moda.
Con motivo de la presentación de “Disueño. Cuando el arte y el diseño jugaron a ser lo mismo (1977-1979)”, que tendrá lugar el próximo 7 de febrero en el Museo del Diseño, hablamos con Bueno para conocer en profundidad el que fue un episodio crucial del diseño barcelonés.
¿Qué fue Disueño?
Disueño fue una exposición que a finales de los setenta organizaron determinadas personas de la junta directiva del ADI-FAD. La idea era mostrar unas corrientes del diseño que no tenían cabida en los Premios Delta por sus bases. Tenían que ser objetos en producción, de tal manera que impedía que se pudiera exponer o presentar toda una corriente de objetos interesantes y experimentales, que en esos momentos tenía una fuerte presencia en el mundo del diseño.
¿De dónde surge el nombre, a qué alude?
De alguna manera, el concepto general de Disueño era la poesía, un juego poético que casi empezaba con el mismo nombre de la exposición. La ingeniosa inventora del término, la arquitecta Beth Galí, que formaba parte de esa junta directiva que lo puso en marcha, me contaba que con la introducción de una sola vocal el diseño se transformaba en un sueño. Me parece una manera muy bonita y clarificadora de explicarlo.
En la convocatoria de participación, se menciona la voluntad de constatar la existencia de nuevas formas de interpretar el diseño industrial. ¿Qué tipos de objetos formaron parte de la exposición?
Eran piezas en las que el concepto de diseño no solo era entendido como herramienta al servicio de la utilidad, sino también como vehículo de expresión de otros valores, como podía ser la nueva artesanía. Planteaban el objeto como un campo de experimentación y de expresión, mostraban el diseño reivindicativo e irreverente… Eran objetos experimentales, investigativos, más que útiles, [de acuerdo] con el concepto tradicional de lo útil. No eran piezas industriales ortodoxas, ni eran fácilmente producibles ni tenían por qué ser funcionales en sí mismas. Las hay que de una manera gráfica muestran esos valores simbólicos, como las de Carles Riart, uno de los diseñadores más destacados en el panorama nacional. También había ejemplos inútiles, calificados así por sus mismas diseñadoras, y mucho sentido del humor.
Quienes participaron en Disueño cruzaron con asiduidad las fronteras entre arte, artesanía y diseño. ¿Cómo asimilaban estas tres disciplinas?
Estos comportamientos se estaban dando en el diseño internacional y se reflejan en esta exposición. Se reivindican los objetos como parte del ritual y la liturgia de lo cotidiano. Hasta el momento no se hablaba de lo cotidiano como algo sagrado, con valores simbólicos frente a los funcionales; la contemplación frente al uso; el rescate de técnicas tradicionales como valor contrapuesto a los supuestos avances tecnológicos… Todos estos temas hacen que los artistas se acerquen al diseño y que los diseñadores se acerquen al arte. Esto se ve muy bien en las piezas de Àngel Jové, que fue un destacado artista de la vanguardia conceptual catalana que también entró en el mundo del diseño. Se empezaron a entender los objetos de la casa no solo como un valor instrumental directo, también se valoraba el carácter simbólico de las piezas que ocupan el espacio doméstico, y ahí el arte tenía mucho que contar, porque, ¿qué es una obra artística sino una pieza con un valor simbólico? Mezclar, interaccionar el mundo de lo íntimo y el arte es en realidad un discurso que tiene que ver con la vanguardia artística de principios del siglo XX.
La forma jugó un papel casi protagonista en la exposición. ¿En qué obras se podía apreciar?
En las tres ediciones de Disueño se presentaron obras consideradas por los estudiosos de la historia del diseño español como precursoras de lo que luego sería el diseño posmoderno. Las reediciones de Giacomo Balla a cargo de Santiago Roqueta y Ramon Bigas están en esos límites de forma poética. También las piezas de Riart, como por ejemplo la lámpara Colilla. En palabras suyas, dice que es apropiada para escuchar música, conversar, hacer el amor. Se le están aplicando unos valores simbólicos de uso que no eran habituales a principios de los sesenta, y con eso jugará luego el diseño posmoderno.
¿Qué se entendía hasta la fecha como buen diseño, y cómo cambió esta concepción tras el nacimiento de Disueño?
Tradicionalmente, se consideraba buen diseño el que provenía de la escuela funcionalista Bauhaus y que luego desarrolla la Escuela de Ulm. Eso era lo que se veía en los Premios Delta. Disueño lo que hace es introducir elementos como el ritual, el kitsch, lo escenográfico, la calidad expresiva. Conceptos que ya existían en el mundo del diseño de manera marginal y que a finales de los setenta intentan encontrar un espacio propio en el mundo de la cultura objetual. Lo que hace Disueño, en definitiva, es poner un granito más en esa presentación de objetos que ya estaban en el mercado o bien se estaban produciendo, les proporciona una plataforma de exposición.
El libro se hace eco de la actitud combativa e irreverente de la exposición. ¿En qué sentido?
Desde el sentido del humor. Tiene que ver también con lo neosurrealista, las corrientes pop del momento; y de nuevo, volvemos al diseño, que está integrado dentro de ese discurso [expositivo].
¿Cómo han evolucionado los planteamientos de Disueño desde entonces hasta ahora? ¿Se ha profesionalizado esta práctica?
Efectivamente, esos discursos se han consolidado como una corriente con peso en el mundo del diseño. Ya no estamos rodeados de objetos simplemente correctos desde el punto de vista del uso. Hay toda una línea combativa de diseño desde el punto de vista de la ecología, los derechos sociales, el hiperconsumo; de la misma manera que hay una vía abierta y consolidada de diseñadores que trabajan en el objeto como algo simbólico. La funcionalidad va más allá del simple uso, porque lo que utilizamos no solo lo hacemos por motivos perentorios de uso, sino también como aquello que nos habla al sentimiento. Estas vías proyectuales son algo que está presente no solo en el diseño industrial, también en cualquier otro tipo de diseño.