Sílvia Ventosa: “El pasado sirve para romper prejuicios y arquetipos”
Sílvia Ventosa es conservadora de textil y moda en el Museo del Diseño de Barcelona y una de las comisarias de la exposición permanente “El cuerpo vestido. Siluetas y moda (1550-2015)” Con motivo de la #MuseumWeek 2019, con la figura de la mujer en la cultura como hilo conductor de su sexta edición, hablamos de moda, feminismo y progreso social.
Carlotaoms, Miriam Ponsa y Krizia Robustella son algunas de las diseñadoras que forman parte de la colección “El cuerpo vestido”. Como comisaria de la muestra, ¿hacer de altavoz del talento femenino fue clave en el proceso de selección de las piezas?
Hasta la fecha, escogíamos la selección de las piezas según el guión conceptual, aquellas que nos iban bien para lo que teníamos que explicar. Ahora tenemos que visibilizar el género, cómo se trata y cómo se representa en los vestidos y la moda; potenciar el talento femenino y dar más poder a las mujeres diseñadoras. Si hace diez años el cuerpo era el centro de la exposición, ahora hay otros temas a reivindicar y representar en una exposición de moda.
¿Qué lectura podemos hacer de la exposición en clave feminista?
Desde el siglo XIX, la moda parece ser un asunto de mujeres sometidas, que llevan un corsé del que se deben liberar. En el periodo de entreguerras las mujeres luchan por liberarse y lo hacen a través de su imagen. A veces se representan como un chico joven à la garçon, o como un hombre, con esmoquin, corbatín y pantalones de frac. Eso da la imagen de la lucha por el empoderamiento, y vuelve a pasar a finales de los años sesenta con los movimientos feministas. Ahora vuelve a ser clave: no solo en manos femeninas, sino de la sociedad.
El vestido modifica la apariencia del cuerpo. ¿Cómo puede la moda librarnos de los corsés mentales que nos autoimponemos como sociedad o nos han sido legados?
Diseñadores independientes como 113 Maison están apostando por una moda agender (sin género). Incluso en desfiles de grandes marcas, hay veces que no distinguimos si el modelo es chico o chica. Estigmatizar ya no suscita interés. Como sociedad en crisis, estamos construyendo nuevas identidades y deconstruyendo el código binario. El reto es saber si es una tendencia o ha nacido para quedarse.
La moda es reflejo de una sociedad que avanza a ritmo acelerado. ¿Cómo puede contribuir a reproducir un cambio social, político y cultural como el feminismo?
El feminismo, que ha sido intelectual durante mucho tiempo, ahora entiende que la moda no es frívola, no es solo tejido y vestido, sino que construye identidad a partir de marcadores como la barba, claramente masculina. Andrea Ayala, por ejemplo, presentó hace unos años una colección de chicas con barba. Esto es señal de que ya no hay tanto encasillamiento, estamos aplicando menos prejuicios y deconstruyendo cánones de belleza.
Las generaciones más jóvenes desempeñarán un papel clave en la configuración de los códigos morales, sociales y estéticos en el futuro. ¿Qué hace necesario conservar el pasado?
El pasado sirve para romper prejuicios y arquetipos. Los hombres del siglo XVIII parecen más decorados que la mujer, y era absolutamente normal –hasta la Revolución Francesa– llevar peluca, cosmética, bordados, llevar las uñas arregladas… A pesar del sistema binario, por el cual los hombres vestían con pantalón y las mujeres con falda, en el siglo XVI los atuendos se asemejan. Esto acabará en el siglo XIX, en lo que se conoce como la gran renuncia masculina: a las mujeres de la burguesía se les atribuye la preocupación por la moda, mientras que los hombres deben dedicarse a trabajar y pasan a vestirse de un modo muy austero. Así será hasta 1970, cuando hombres y mujeres vuelven a las túnicas largas y los cabellos largos, y al mismo tiempo regresa la confusión de géneros, ruptura social e innovación.
¿Qué es lo más interesante de ser conservadora?
A través de la investigación, estudiar la sociedad y ver el papel de la moda, la apariencia y la identidad, de modo que unos zapatos del siglo XVI, cuyo género es desconocido, te hagan plantear: “¿Por qué ahora el sistema binario está tan separado?”. Nuestro papel desde el Museo es educar y ser muy pedagógico mostrando una serie de evidencias, que son vestidos, de modo que cualquier persona de 0 a 99 años salga incómoda de “El cuerpo vestido” y pueda hacerse preguntas: “¿Qué pasa conmigo? ¿Soy diferente? ¿Quiero seguir con el canon?”.